sábado, 7 de marzo de 2015

SOMBRAS, NADA MÁS



En esta entrega el autor analiza el fenómeno 50 sombras de Grey e ingresa en la polémica entre erotismo y pornografía. Debate abierto. 

El pasado 12 de febrero se estrenó la película 50 sombras de Grey, basada en la novela homónima de la británica E. L. James (1963), iniciadora de la trilogía de las 50 sombras. En estas líneas trataremos de pensar qué es el erotismo en la literatura y el cine, y qué tipo de seducción sensual preferimos y por qué. 

Primeramente, debemos saber que 50 sombras de Grey nació como una fanfiction, que resumiendo es una ficción tributaria de otra exitosa, donde el autor toma características de los personajes y de la trama de la historia original y los “reversiona” con diversos sentidos. No se trata de un plagio, sino de una “inspiración de fanáticos”, que creen que pueden continuar o acrecentar la obra que admiran y disfrutan. 50 sombras de Grey, se publicó entonces por Internet y sus personajes llevaban en aquel comienzo los nombres de los de saga de Crepúsculo de la norteamericana Stephenie Meyer (1973), o sea la ficción original. 

La literatura y el cine nos han dado piezas fabulosas del erotismo en diferentes formas, pero parece no ser éste el caso. Veamos: el afamado escritor norteamericano Stephen King dijo que 50 sombras de Grey era “porno para madres”, construyendo así una metáfora de dudoso gusto pero de inequívoca interpretación. 

Asimismo, la mayoría de los colegas coinciden en que no hay derroche de virtuosismo en las páginas de la historia de la sumisa y el dominante, pero ninguno niega el atractivo comercial que ha producido el fenómeno de las 50 sombras. 

No obstante, repasemos algunas obras donde el erotismo alcanza puntos más altos: ¿Quién puede negar la belleza y carga sensual de Los puentes de Madison (1995)? Sin lenguaje escrito o visual explícito ni figuras sadomasoquistas, la descripción que hace Robert James Waller en el libro y Eastwood en el filme de la contemplación de Francesca a Robert Kincaid (en el cine Meryl Streep y el mismo Clint Eastwood, nada menos) mientras éste se asea sin camisa con agua de la bomba exterior, es el pináculo de la sensualidad y la belleza de un erotismo que deja al lector o espectador toda la carga de la sugerencia de la pasión; al igual que en el pasaje del baño de inmersión que toma la protagonista, al tiempo que se conecta sensorialmente con los objetos del baño en el cual su futuro amante había estado recientemente. 

Pero, si vamos a un género más afín a 50 sombras…, la película póstuma de Stanley Kubrick Ojos bien cerrados (1999, con Tom Cruise y Nicole Kidman) que por cierto fue duramente criticada en su momento, también logra pasajes que a juicio de quien suscribe rozan la belleza narrativa audiovisual, y de hecho entra de lleno en la zona oscura de la mente humana y el desenfreno sexual, pero con un sentido que justifica lo que se dice y muestra. 

Ocurre que parece no haber nada nuevo bajo el sol con las 50 sombras. Repasando la clásica literatura del Marqués de Sade hallaremos más y mejores planteos sobre los temas que deben su nombre al mayor exponente del género. O en su defecto, si preferimos una exposición más sutil y poética, en Lord Byron habremos de abrevar, sin posibilidad de salir desairados. 

Ahora bien, si nuestra opción es el preciosismo sensual, Oscar Wilde puede ser nuestra opción predilecta. El escritor irlandés fallecido en 1900, ha desplegado a través de su vasta obra la capacidad para conmover las fibras más íntimas del deseo. Y en este punto pienso: ¿No deberá también Grey su nombre al incomparable Dorian Gray de Wilde, ya que de fanfictions hablamos? 

Sea como fuere, el erotismo siempre se sustenta y potencia en base a una historia consistente, recuerdo por caso las dos películas basadas en la misma novela de Pierre Choderlos de Laclos (otro Marqués de Sade por así decir) Valmont (1989, dirigida por el ganador del Oscar Miloš Forman) o Relaciones peligrosas (de Stephen Frears); pero no así la pornografía, que no es otra cosa que una “grafía del porno”, es decir una escritura de instintos básicos y resultados poco alentadores. 

Sin embargo, los cines se llenaron así como los libros se vendieron por millones alrededor del mundo, y tampoco eso está mal, a fin de cuentas todos alguna vez descubrimos el agua caliente por la mañana, ¿no es verdad?

Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico